En un comentario reciente a la entrada de este blog Fraude,una visión neoliberal, el comentarista me cita en una crítica no exenta de
ironía hacia los economistas y su aparente despreocupación por el agotamiento
de los recursos no renovables. Al hilo de esta crítica, me recuerda que la
escasez está en la base de la economía y que cuando un bien escasea, se
encarece y acaba por ser sustituido por otro más barato.
Y tiene razón: según la visión tradicional de la ciencia
económica, la economía consiste en gestionar los recursos escasos. Y en efecto:
cuando un recurso escasea su precio se incrementa hasta que aparece otro
comparativamente más barato que lo sustituye. Además, si la economía funciona
razonablemente bien, el ingenio humano estimulado por los incentivos económicos
adecuados encontrará siempre la mejor sustitución posible. Una vez establecido
esto, los economistas se pueden abstraer de los detalles técnicos y materiales
de esas sustituciones (qué recursos son los que escasean, cuáles son sus
posibles sustitutos, qué cambios tecnológicos son necesarios para
implementarlas) y, en cambio, dedicarse de lleno a estudiar las condiciones en
que se dan esos incentivos económicos adecuados, que es lo que constituye el
núcleo duro de su disciplina: la formación del precio, el funcionamiento de los
mercados, los sistemas monetarios, los sistemas financieros, etc. Ese es, al
fin y al cabo, su trabajo.
Pero de tanto centrarse en ese su trabajo me parece a mí que
muchas veces los economistas acaban por olvidarse de la base material de la
economía. Recuerdo un chiste que he leído en algún lugar: un grupo de personas
se encuentra, por circunstancias que no vienen al caso, atrapado en un sótano
oscuro y sin cobertura de móvil. Uno de ellos, preocupado, pregunta: ¿cómo
vamos a sobrevivir sin comida? Otro, que es economista, responde: no nos
preocupemos por eso, cuando comencemos a tener hambre, nuestra demanda generará
la comida que necesitemos... De acuerdo, el chiste es malo, pero retrata un
modo de pensar que veo con preocupante frecuencia entre los economistas: el
sistema físico en el que se inserta la economía no impone ninguna restricción y
es, por tanto, irrelevante en el análisis.
Chistes aparte, comentaré que este aparente olvido de la
base material de la economía, que llamaré “olvido de los economistas”, me
parece bastante comprensible: durante el último siglo y medio, coincidiendo con
el desarrollo de la ciencia económica, la sinergia entre ingenio humano e
incentivos económicos ha proporcionado sustituciones capaces de revertir casi
cualquier situación de escasez. El petróleo y el gas natural sustituyeron con
ventaja al carbón, que a su vez había sustituido a la leña y la tracción
animal. Los productos de la industria petroquímica sustituyeron con ventaja al
caucho y otros productos naturales. Los fertilizantes químicos sustituyeron con
ventaja a los naturales y a los ciclos de cultivo y barbecho, revirtiendo la
escasez de tierra cultivable. La aviación sustituyó con ventaja al transporte
de viajeros por ferrocarril o barco en las largas distancias, paliando también,
entre otras cosas, la escasez de tiempo. Etcétera, etcétera, etcétera. En estas
condiciones, ¡qué fácil resulta abstraerse de los detalles materiales de la
actividad productiva! Asegurémonos de que los incentivos económicos están en su
sitio y todo lo demás funcionará.
El caso es que el funcionamiento espectacular de la sinergia
entre ingenio e incentivos económicos ha permitido que unas cuantas sociedades
hayan alcanzado unos estándares de vida que encajan mucho mejor con el concepto
de sobreabundancia que con el de escasez. Yo de esto me alegro, ya que me ha
tocado vivir en una de esas sociedades afortunadas. Pero también me pregunto
con inquietud: ¿podemos esperar que este funcionamiento espectacular, esta
sucesión de sustituciones a favor de la abundancia, se pueda mantener en el
futuro inmediato?. O, dicho de otro modo: ¿podemos esperar que el sistema
físico que sustenta la economía no imponga restricciones insalvables a su
crecimiento?. Si la respuesta es negativa, el “olvido de los economistas”
dejará de ser viable y la ciencia económica tendrá que cambiar (en Economía en un mundo lleno abundo en este asunto). Yo me temo que hay motivos claros
para esperar una respuesta negativa. Una forma concisa de explicarlo es esta:
la economía se ha hecho demasiado grande en relación con el sistema material
que la sustenta, así que estamos comenzando a toparnos con unos límites que ya
no podemos (o no deberíamos) obviar por más tiempo. Ahí van dos ejemplos:
- Dependemos del petróleo y lo necesitamos en cantidades tan enormes que los yacimientos de petróleo convencional, globalmente en declive, ya no pueden suministrarlas. Hoy por hoy no tenemos sustitutos para el petróleo convencional, al menos a precios compatibles con el nivel de actividad económica que necesitamos para no caer en crisis o recesión. Tampoco parece que los vayamos a tener a medio plazo.
- Dependemos completamente de un recurso bastante intangible pero que está comenzando a escasear de forma alarmante: la estabilidad climática. A ver dónde está el guapo que nos encuentra un sustituto para esto.
Yo tengo
para mí que la crisis económica que estamos padeciendo no se puede explicar
bien si no se tienen en cuenta los límites naturales para el crecimiento, el
primero y más palpable la escasez de combustibles fósiles. Sin embargo, la
mayoría de los análisis que veo están presididos por el “olvido de los
economistas”. Fraude, el documental al que se refiere el artículo que
cito al principio, me parece un ejemplo clarísimo, como lo es también, desde
unos planteamientos completamente opuestos, el libro de Krugman ¡Acabad ya
con esta crisis! que he comentado en otro artículo (Paul Krugman, el Coyote y la solución keynesiana). En ambos enfoques la base material de la
economía, las posibles limitaciones del sistema físico que la sustenta, están
completamente ausentes. Lo único que cuenta es el manejo adecuado de los
incentivos económicos, bien por el mercado, bien por los gobiernos, según el
enfoque que más le guste a cada cual.
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