domingo, 15 de julio de 2012

La escasez de combustibles fósiles en dos imágenes y bastante menos de mil palabras

No hay duda: hay todavía cantidades enormes de petróleo y gas natural en el subsuelo de este planeta. Las estimaciones pesimistas indican que queda al menos tanto petróleo como el que hemos consumido hasta la fecha. Sin embargo, el hecho de que existan cantidades enormes no implica necesariamente que podamos considerarlos abundantes. La escasez o la abundancia son relativas y lo que cuenta en este caso no son tanto las cantidades que existen como el ritmo al que podemos extraerlas, y siempre en relación con el ritmo al que necesitamos o queremos utilizar esas materias primas.
El ritmo al que estamos acostumbrados a utilizar el petróleo y el gas natural también es enorme. Actualmente consumimos globalmente más de 80 millones de barriles diarios de petróleo y otros combustibles líquidos asimilables (biocombustibles, por ejemplo). Es dudoso que podamos arreglarnos con mucho menos para mantener nuestro estilo de vida, con una población creciente y que aspira cada vez más decididamente a ese estilo de vida. El estilo de vida al que me refiero no consiste necesariamente en comprar un smartphone de última generación cada año o en viajar a un destino exótico cada vez que se tienen vacaciones. El núcleo duro de ese estilo de vida lo forman cosas como producir y transportar a nuestras ciudades alimentos en cantidad suficiente, calentar nuestros hogares en invierno o poder desplazarnos fácilmente a puestos de trabajo que pueden distar varias decenas de kilómetros de nuestros domicilios.
Las dos imágenes siguientes me parecen ilustrativas de hasta qué punto necesitamos el petróleo y el gas natural y hasta dónde hemos sido capaces de llegar explorando y explotando las entrañas de nuestro planeta para conseguirlos. Las tomo del artículo The Discrete Charm of Living at the Peak, publicado el 30 de abril pasado en el muy recomendable blog LifeItself, de Tadeus Padtzek.
Esta es la primera imagen:
En 1901, en algún lugar de Texas, el capitán Anthony F. Lucas perforó un pozo de 347 metros y por azar creó el surtidor de petróleo que se muestra en la foto, que alcanzaba 50 m de altura y rendía 100.000 barriles diarios. Al parecer el hallazgo supuso el inicio de la industria petrolera tejana. Con el precedente del capitán Lucas otros muchos, como Jett Rink en la película Gigante, encontrarían sus propios surtidores.
Esta es la segunda imagen:
A la izquierda se muestra la plataforma marítima de gas natural Troll A que opera en el Mar del Norte frente a las costas de Noruega y que es la estructura más alta jamás construida en un emplazamiento distinto al de su instalación definitiva. Con sus 472 m de altura y casi 700.000 toneladas de hormigón armado se la considera uno de los proyectos de ingeniería más grandes y complejos de la historia. Fue construida entre 1991 y 1995 y ampliada en 2010 para, entre otras cosas, incorporar compresores, necesarios para compensar la pérdida de presión del yacimiento, consecuencia de su explotación.
Como referencia del tamaño de la plataforma, a la derecha de la imagen aparecen a la misma escala las torres Petronas de Kuala Lumpur, Malasia, que entre 1998 y 2003 fueron los edificios más altos del mundo.
La presencia de las torres Petronas en esta imagen adquiere un significado especial en la actualidad: en 2011 el consumo de petróleo de Malasia superó la producción por primera vez en 35 años y Malasia dejó de ser un país exportador. De hecho, las torres se construyeron entre 1988 y 1998, los años en los que aquel país vivió su “boom” exportador de petróleo. Por entonces la diferencia entre producción y consumo superaba claramente los 300.000 barriles diarios. Para ilustrar esto me tomo la licencia de traicionar el título del artículo y mostrar también un gráfico que se explica por sí mismo.


Fuentes:
El artículo The Discrete Charm of Living at the Peak, del que se han obtenido las imágenes, está aquí:
Para la foto del pozo de petróleo del capitán Lucas, el artículo cita esta fuente:
Los datos empleados para elaborar el gráfico provienen de BP Statistical Review of World Energy 2012, concretamente del archivo de datos históricos disponible aquí:


miércoles, 11 de julio de 2012

"Fraude": una visión neoliberal

A estas alturas se han hecho ya varios documentales sobre la crisis, sus causas y sus posibles soluciones. Recientemente ha aparecido en internet uno de factura española: Fraude. Por qué la gran recesión, escrito y dirigido por JJ.Mercado. El documental nos presenta un punto de vista que se puede calificar como neoliberal y, para ponerlo en relación con mi artículo anterior, antikeynesiano.
El planteamiento se muestra a las claras desde el principio: a) el mercado libre no existe, ya que todos los mercados están intervenidos por los gobiernos, b) si el mercado libre no existe, no puede ser la causa de la crisis, y c) la causa de la crisis, entonces, hay que buscarla en el lado contrario: la intervención de los gobiernos.  
Con todo, el enfoque es también monetarista. Y para que no haya dudas el documental se abre con una conocida e impactante declaración de Alan Greenspan cuando era presidente de la Reserva Federal. Después, la historia que se cuenta sobre la crisis actual viene a ser la ya conocida, con la burbuja inmobiliaria y los excesos especulativos de un sistema financiero desbocado como protagonistas. Con una diferencia: en este caso la causa de esta fiebre especulativa se atribuye, en última instancia, a la perniciosa intervención de los gobiernos. ¿Cómo?: mediante la manipulación de la oferta monetaria a través de sus bancos centrales.
Así que tenemos, de nuevo, los consabidos ciclos de expansión del crédito y de la economía, con años de “abundancia y bienestar”, seguidos de fases de contracción,  crisis crediticia y desempleo. Pero en este caso, la fase expansiva se considera inducida por unos tipos de interés artificialmente bajos, impuestos por los bancos centrales, y por un exceso de capacidad de maniobra de los bancos, gracias a los privilegios otorgados por los gobiernos. Ambas cosas juntas producen la desconexión entre ahorro e inversión con efectos perniciosos sobre la economía. Y si la causa de la crisis es una oferta monetaria hinchada artificialmente, es difícil que más oferta monetaria pueda ser la solución para terminar con la fase de recesión.
Entonces, ¿cuál es la solución? Según explica Jesús Huerta de Soto, uno de los principales intervinientes del documental, la solución consiste en la eliminación de los bancos centrales, de manera que los tipos de interés los determine la ley de la oferta y la demanda, y una fuerte regulación del sistema financiero (vuelta al patrón oro, coeficiente de caja del 100% para los depósitos a la vista). Una economía así, postula el documental, no debería verse en marasmos como el que estamos viviendo desde hace algunos años en Estados Unidos y Europa. Lo cual, dicho sea de paso, no cuadra demasiado bien con el hecho de que los ciclos económicos, como se menciona al comienzo del documental, han existido desde tiempos remotos.
Significativamente, en esta ocasión sí se cita el encarecimiento del petróleo y otras materias primas, pero no como parte de la causa sino como uno de los efectos. Las materias primas se habrían encarecido por un exceso de demanda debido a la burbuja especulativa y por la falta de inversión en el sector, debida a que la inversión se ha orientado artificialmente al sector inmobiliario. En ningún caso porque la explotación continuada de un recurso no renovable pueda llegar a hacerlo escasear, circunstancia que ya se me antoja casi imposible de concebir en la mente de un economista. El argumento de la falta de inversión no deja de ser extraño: en un contexto de crédito sobreabundante y con un recurso que se encarece, los agentes económicos ¿se inhiben de invertir?. 
Al final no puedo evitar quedarme con la sensación de que estamos ante la misma historia de siempre. Una historia donde la economía monetaria lo es todo y la base material de la economía es irrelevante. Una historia que señala, y seguro que acertadamente, la perniciosa connivencia del poder político con el poder financiero, pero que unos usan para denunciar el capitalismo voraz y otros (estos) para denunciar el exceso de estado. Una historia según la cual actuando sobre los parámetros adecuados del sistema financiero lograremos recuperar la prosperidad, sea cual sea el tamaño de nuestro planeta. 
En el caso del documental que comento, además, la historia se presenta lamentablemente deslucida por unas cuantas pinceladas de tono sectario que me parece a mí que no invitan ni al debate ni a la reflexión y que más bien le restan credibilidad al conjunto: nuestras sociedades son una “versión tecnológicamente avanzada de la Unión Soviética”, Keynes es quien sembró “la semilla del mal” y Paul Krugman es un excéntrico que aboga por una amenaza extraterrestre como solución a la crisis. Y ya, como anécdota, Jesús Huerta de Soto no para de mecerse en su mecedora mientras nos habla, creando una atmósfera extraña y de alguna manera inquietante.
En estas, yo cada vez me siento más cerca del escepticismo que John Kenneth Galbraith muestra en una obra que también lleva la palabra fraude en su título: The Economics of Innocent Fraud. Escrito al final de una dilatada carrera como economista, con una prosa un tanto alambicada pero sin demasiados aspavientos, este pequeño libro presenta una visión muy crítica con las corrientes imperantes en el pensamiento económico y en la práctica de la política económica. El capítulo IX, dedicado a la Reserva Federal y su capacidad para influir en el ciclo económico, se titula significativamente The elegant escape from reality. Traduzco a continuación el párrafo con que concluye:
A pesar de todo, se considera bueno disponer de una institución libre de controversia y políticamente neutral encabezada, como en todo tiempo reciente, por una figura desinformada, segura de sí misma, respetada y de no escaso talento teatral. Qué gratas decisiones tomadas en un ambiente reputado, bajo los retratos de las celebridades financieras del pasado. Así es como la política económica se debe decidir. El hecho de que nada importante resulte se pasa por alto. La creencia de que algo tan complejo, tan diverso y por su naturaleza tan importante para las personas como el dinero puede ser dirigido por largamente debatidas pero indoloras decisiones que emanan de un agradable y discreto edificio en la capital de la nación pertenece no al mundo real sino al de la esperanza y la imaginación. Esta es nuestra menos plausible y más apreciada evasión de la realidad. Nadie debe negar a los participantes su prestigio inocentemente adquirido, su sentido de la competencia profesional, su en buena medida inocente regocijo con lo que en términos de efecto económico es un claro fraude. Tal vez debamos dejar que su infructuoso papel sea aceptado y olvidado.
Fuentes:
Fraude. Por qué la gran recesión puede verse en http://vimeo.com/44055437
Para John Kenneth Galbraith, The Economics of Innocent Fraud manejo la edición de Houghton Mifflin Company, 2004.